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EL CUENTISTA

Publicado: 2010-03-20

DE PISTACOS

Ayer te comente la noticia del día en la TV, y los diarios, en la que la policía peruana informaba sobre la captura de una banda de "pistacos" dedicada a matar gente para hacerlos chicharon , sacarles la grasa y venderla al extranjero, al precio de quince mil dólares el litro.

Esta creencia en la sierra peruana es comparable a la del "chupa cabras" en Centro América, pero estos solo chupan  sangre, como los políticos, y sacan los órganos con una limpieza de laser en el corte.

Aquí alguna prensa ha criticado la noticia, diciendo que esta denota una total falta de seriedad por parte de la policía, que en el contexto internacional deben de creernos unos salvajes, cosa que no dudo pero no por el "pistaco", y que nadie que sepa algo de medicina puede avalar el uso de esta grasa sanguino lienta que encontraron envasada en botellas. Hay otros que dicen que este es un psico-social de las FF.AA  frente al inminente descubrimiento de una fosa de cadáveres enterrados durante la represión al terrorismo de sendero, cosa que pudiera ser, por que aquí el crimen perfecto si existe, pues la verdad se encargan de enredarla y por ultimo ocultarla, los periodistas y los abogados.

Pero yo tengo dos historias que viví en carne propia, no como chicharrón, sino como consumidor.

En el año 1955 más o menos, cuando tenía de 8 a 9 años, a mi padre le diagnosticaron un melanoma maligno (lunar canceroso) en el pómulo derecho.

Este lunar negro que adornaba la cara de mi padre y que por un descuido casi fue extirpado en una de sus afeitadas, sangro y  después de quince minutos y gracias al alcohol y la piedra alumbre, cicatrizo. Pero durante un buen tiempo se volvió una rutina el que cada vez que se afeitaba, retiraba una costra muy delgada del lunar sin sangrado que era remplazada por una nueva a los dos o tres días.

Mi padre era un trabajador manual muy hábil, mecánico de motores , Un hombre muy noble, gran amigo de sus amigos que eran todos porque nunca le conocí un enemigo, deportista destacado , futbol. Box, y un  gran picantero y chupador. MI personaje inolvidable como los de Reader Digest.

Cuando por consejo de su compadre médico, al que el le arreglaba el carro en un intercambio desigual de servicios por el cual siempre le entregaba el carro en perfecto funcionamiento, sin que las curaciones a la familia tuvieran la misma efectividad, se vino a la capital para examinarse en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplasicas y le dijeron que tenía cáncer.

En esa época el tratamiento radical para el cáncer después de la extirpación del melanoma, era la radiación en la  Bomba de Cobalto, tratamiento al cual fue sometido durante tres días a la semana con sesiones de dos horas durante cuarenticinco días. La operación le dejo una cicatriz en forma de cráter en el pómulo derecho del rostro pues tuvieron que  retirar tejido hasta el maxilar superior.

Por supuesto que mi padre quedo desfigurado y a su regreso a la ciudad de Arequipa todos los que lo conocían no dejaban de hacer algún comentario sobre este hecho.

Algo que tengo que decir de mi padre, era su desconfianza total en la medicina farmacológica y su desconfianza sobre los diagnósticos, no solo de su compadre sino de cualquier médico por más famoso que este fuere. Siempre prefería dejarse guiar por la experiencia de sus amigos frente a los síntomas de una enfermedad y a las medicinas naturales que estos pudieren aconsejarle. Tengo varias anécdotas de esta práctica.

Un amigo que trabajaba como enfermero o practico de un hospital en Arequipa, le recomendó que para  borrar esa cicatriz y reparar el tejido retirado, debería tratarse con grasa de humano y que el podía conseguirle la suficiente para un tratamiento. En efecto a los pocos días mi padre llego a la casa con un envoltorio que contenía una lonja de grasa de unos 200 gramos más o menos, muy parecida a la del cerdo. Por supuesto y como cada vez que llegaba con alguna hierba o sustancia curativa que sus amigos le recomendaban mi madre puso el grito en el cielo, mas aun tratándose de la parte de un ser humano que sabe dios que pobre inocente o maldito pecador seria, con todas las implicancias de enfermedades transmitirles y condenas divinas para toda la familia, Pero nada hacia retroceder la  férrea voluntad de mi viejo y el entusiasmo curioso y aventurero que todas las acciones de mi padre me provocaban.

El tenia para sus preparados en el fuego una pequeña sartén de cobre que el mismo había hecho en el taller, puso al fuego la lonja del muerto y como cuando se cocina una chuleta de chancho, esta empezó a chisporrotear soltar grasa y oler igual que eso, una chuleta de chancho, la cocina se lleno del olor, mi madre en su dormitorio echaba cruces y pedía perdón a todos los santos por la forma en que se recreaba el sacrificio de los cristianos puestos en la parrilla en la época de los romanos, aunque esto solo fuera un pedazo de un pobre diablo desconocido identificado como NN en la morgue, cuyos restos ya estaban depositados en una fosa común del cementerio.

Lo que quedo de la lonja, fue un chicharrón chamuscado que fue a la basura y un  aceite muy fino y delgado de color amarillento que conforme se fue enfriando se transformo en una manteca finamente granulada de color perlado.

La siguiente acción  fue concurrir donde un tio dueño de una farmacia que mezclo la manteca con lanolina y una gotas de perfume, envasándola dentro de un pote de vidrio muy decente y olorosamente presentado.

En la casa este pote estaba en un lugar destacado del botiquín del baño y cada mañana mi padre se aplicaba la crema en la cicatriz y mi madre se persignaba pidiendo por la parte del alma que por si acaso estuviera en el envase. No vaya a ser que una de estas noches venga jalarnos de los pies reclamando su lonja, decía.

A la vuelta de dos años a mi padre no le quedaba ninguna huella de la cicatriz y a mi la seguridad de que fue la parte del muertito quien colaboro para esta reparación milagrosa sin cirugía ni injerto de por medio.

Esta historia a propósito de los pistacos, es para confirmar que pudiera existir algún interés en los laboratorios para lograr mejores efectos que la concha de nácar o la baba de caracol, usando grasa de muertito y que los pistacos a lo mejor, pensaron que podrían haber hecho un buen negocio, colgando un muerto con un perol debajo hasta derramar la última gota de su grasa.

Después te contare como al historia se repite de una manera  graciosa y con otros resultados en mi caso.


Escrito por

PEOLVE

Arequipeño, del barrio de San Lazaro, picantero y chupador, hoy cesante, un poco mas lento pero con las mismas ganas de vivir jodiendo, politico aficionado, sin malas costumbres, y esperando el momento de ver el fin de esta farsa que es el devenir politico.


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